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No todo son torrijas en Semana Santa

rosquillasLa repostería tradicional española es variada y tiene muchos siglos a su espalda, muy diferente de la europea tiene muchos vínculos con que se hace en el mediterraneo oriental, probablemente por cierta herencia árabe aunque hay estudiosos que la diferencian de la del resto de Europa por el uso de ingrediente más tradicionales, vamos, que mientras aquí se hacían dulces en el resto de Europa cocían remolacha.

Y llega Febrero y empieza la oleada de tostadas a.k.a. torrijas... Y parece que no hay nada más en el panorama, pero lo cierto es que de toda la vida se han hecho cientos de cosas, cada pueblo tiene su tradición primaveral, desde las perrunillas pacenses a los piñonaos de albaceteños, pero si algo hay por toda las geografía son las rosquillas.
Hacer rosquillas caseras no es simplemente elaborar un postre dulce, sino un viaje al pasado para recordar los sabores de la cocina de nuestras abuelas y honrar el legado de recetas caseras que se han transmitido de generación en generación, siendo las rosquillas su principal representante.

Esta es una receta especial de rosquillas de anís con un aspecto llamativo que llamará la atención de cualquiera que las vea. Si sigues la receta al pie de la letra, te aseguro que el resultado será espectacular. Los niños adoran hacer estas bolitas y disfrutan del aroma de la masa, lo que las convierte en un postre ideal para compartir en familia.

Para preparar la masa de las rosquillas, en primer lugar, se debe lavar y rallar la naranja y el limón, evitando llegar a la parte blanca y solo raspar la superficie. Seguidamente, se separan las yemas de las claras de huevo. En un vaso de batidora, se baten las claras a punto de nieve con un poco de sal, se agregan las yemas y se mezclan envolviendo con cuidado para evitar que las claras se bajen. Se reserva la mezcla de huevos.

A continuación, se añade el azúcar, el aceite de oliva suave, el anís (en caso de que las rosquillas sean para niños, se puede reemplazar el anís con zumo de naranja) y la harina con el sobre de levadura previamente añadido.

Lo primero que se hace es batir el azúcar con el aceite, el anís y los cítricos. Luego, se mezcla esta preparación con la mezcla de huevo previamente batida hasta conseguir una textura esponjosa. A continuación, se agrega la harina poco a poco y se bate con energía para evitar la formación de grumos hasta obtener una masa que ya no se pegue en los bordes del bol.

Es importante lograr una masa que se pegue, pero que también sea fácil de manejar. Para ello, se pueden untar las manos con un poco de aceite, pero sin excederse para evitar añadir más grasa de la necesaria. Una vez obtenida la masa, se forma una bola y se envuelve en plástico film transparente, dejándola reposar en la nevera durante un par de horas.

Cabe destacar que la textura de la masa puede variar según el tipo de harina y su nivel de absorción, por lo que si se tiene problemas al manipularla, se puede solucionar enfriándola en el frigorífico durante el tiempo de reposo.

Una vez transcurrido el tiempo de reposo de la masa, se procede a calentar una sartén con abundante aceite de girasol para hacer la fritura de las famosas rosquillas. Un truco para darle un toque aromático al aceite es freír dos tiras largas de cáscara de limón (sin la parte blanca, solo la piel) a baja temperatura durante 10 minutos. Ajustar la temperatura de la inducción a dos sobre diez es suficiente.

Ahora viene la parte más divertida de la receta: hacer las rosquillas. Para ello, se unta la encimera y las manos con aceite de oliva virgen extra y se hacen bolitas del tamaño de una pelota de golf, procurando que todas sean iguales. En total, la masa alcanza para unas 30 bolitas, que se dividen en bolas más pequeñas de entre 5 y 10 gramos según se desee el tamaño de las rosquillas.

La forma más fácil de darles forma es haciendo un agujero en el centro con los dedos, de manera que todas queden iguales y muy esponjosas. Si se desea una textura más crujiente, se pueden hacer churritos de masa más finos, como si fuera plastilina, y unirlos por los extremos. La elección de la forma depende del gusto personal.

Fritura de las rosquillas de anís
Una vez retiradas las cáscaras de limón del aceite de girasol, se procede a freír las rosquillas con mucho cuidado para que no se quemen. Es importante que estén bien cocidas y no queden crudas por dentro después de todo el trabajo invertido. Para lograrlo, se debe calentar el aceite a fuego medio sin que llegue a humear.

Se recomienda freír las rosquillas en tandas de no más de 6 unidades para evitar que el aceite se enfríe demasiado. Si se hunden un poco al principio, no hay que preocuparse, ya que con la temperatura aumentan un poco de tamaño. Es importante vigilar la temperatura del aceite, subirla al inicio para que tome temperatura y luego bajarla para evitar que se doren demasiado por fuera y queden crudas por dentro.

Entre más grandes sean los roscos, más jugosos quedarán por dentro y crujientes por fuera. Una vez que estén doradas por ambos lados, se colocan sobre papel de cocina absorbente para eliminar el exceso de aceite. Después se dejan enfriar y se reservan para el glaseado.

El resultado es fantástico, unas rosquillas de rechupete. Ahora solo queda disfrutarlas en un delicioso desayuno o merienda.

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